Raices Cuchareras

Es frecuente que el hombre de Pedro Bernardo diga abiertamente, no exento de gran orgullo, que por haber nacido en esta tierra, se le ha de llamar “cucharero”. Al forastero le extraña que éste (que más parece un apodo), sea el gentilicio oficial de los lugareños.  Los cuchareros lo somos desde que aquí se fabricaban las cucharas de madera que nos dieron fama en gran parte de España, sin perjuicio del renombre que también nos dieron nuestros buenos paños de fábrica artesanal, nuestras mantas y sombreros abatanados, o el que aún hoy nos dan los exquisitos higos de la variedad local `Cuello de Dama´.
Ni Pedro-bernardinos, ni Pedro-bernardeños, como he llegado a escuchar: los de Pedro Bernardo somos “cuchareros” a mucha honra.  

Sin embargo poco se ha ahondado en la relevancia histórica de nuestra tan referida industria de cucharas y husos, que es siempre argumento esgrimido sin más apoyos que la tradición oral a la hora de justificar nuestro gentilicio. Más adelante se ofrecen algunas referencias históricas y bibliográficas, de los siglos XVIII a XX, sobre la merecida fama que nos dio la fabricación artesanal de cucharas.

Las cucharas de Pedro Bernardo.

Aún hoy es frecuente encontrar en las casas aquellos cucharones con los que nuestras madres y abuelas movían el contenido de las calderas de la matanza, enromes cucharas, algunas de más de un metro de envergadura, labradas en olorosas maderas de pino, enebro o brezo. Servían igualmente para menear los potes de patatas, tan tradicionales en nuestro pueblo. Quizá éstas, por su vistosidad, tamaño y su uso eventual, son las que con mayor fortuna han perdurado hasta nuestros días, a veces olvidadas en cualquier rincón de las casas más viejas, otras, como verdaderas piezas de museo en bares y colecciones particulares de la localidad. 

Las maderas más empleadas eran las de brezo, enebro y pino. Sin embargo cualquier madera fácil de tallar y de cierta consistencia para el propósito que se empleaban, podía valer, siendo frecuente encontrar cucharas hechas de fresno o de castaño e incluso de roble o de encina (maderas éstas últimas más duras de trabajar).

Entre las herramientas tradicionalmente empleadas estaban la azuela, con la que se daba la primera forma al cándalo, la gubia, para vaciar, y la navaja, con la que se perfeccionaba la morfología de la cuchara y se labraban los ornamentos.  

Las medidas de las cucharas iban en función del uso al que se las iba a destinar. Los cucharones eran grandes y toscos, empleados para guisos de envergadura (como la elaboración de morcillas y otras masas de matanza, la repostería, etc.). Las cucharas medianas se utilizaban a diario para mover los pucheros y calderos, fuera en el campo o en las cocinas. Y por último, las cucharas pequeñas, que se empleaban como cubierto “de mesa” (cuando se comía en mesa), para las sopas, la leche y los platos de cuchara.

Las formas también podían variar, siendo las más corrientes las de rabo recto, sencillo y plano, sin que faltasen cucharas de formas creativas.

En cuanto a la ornamentación, algunas cucharas eran lisas (las más comunes), y otras incluían algún motivo labrado. Se trata de piezas de artística manufactura, más o menos complejas, desde los más simples dibujos geométricos (aspas, rombos, cuadrículas o simples líneas) hasta las más elaboradas con tallas de motivos pastoriles, figuras zoomorfas,  e incluso letras u números, pues en algunas se labraba el año de fabricación, nombre del artesano o de la persona para la que se había hecho.


Como veremos más adelante, se sabe que en el Pedro Bernardo de mediados del siglo XVIII había un importante número de huseros y cuchareros a jornal. Sin embargo, es más que probable que muchos artesanos de las cucharas en aquel momento y en las décadas posteriores no tuvieran una industria localizada, y no vivieran de las cucharas como exclusiva fuente de ingresos. Hasta hace unas pocas décadas, los pastores y cabreros aprovechaban el tiempo “libre” durante las jornadas de pastoreo para labrar utensilios tales como cucharas, badajos para los cencerros, pitos, cuernas y un sinfín de cachivaches que podían emplear para autoconsumo o vender como excedentes a arrieros y comerciantes. La manufactura de cucharas estaba bastante extendida entre los cabreros y pastores de principios del siglo XX, según se desprende de los testimonios de los mayores del lugar. No obstante, que en el siglo XIX no hubiera una sólida industria de cucharas no implica que la producción fuese a pequeña escala. Durante la Guerra de Independencia, como veremos a continuación, la ciudad de Toledo contemplaba en sus ordenanzas los aranceles que tenían que pagar los mercaderes que entrasen en la ciudad con “cucharas ordinarias de Pedro Bernardo”, lo que nos lleva a pensar que debía ser mercancía de común trasiego en las ciudades y provincias limítrofes, en número suficiente como para regularse los tributos de un bien con “denominación de origen”.

Referencias históricas a la industria de las cucharas de madera en Pedro Bernardo: Siglos XVIII y XIX.

Aunque no se sabe exactamente cuándo comenzó la manufactura de cucharas en la villa, deben datar de muy antiguo. Convendría revisar la documentación del Archivo Histórico Municipal, así como las Ordenanzas de la Villa y Tierra de Mombeltrán, para hallar referencias sobre tributos y otras cuestiones relativas a la industria de las cucharas. Sin haber consultado estas fuentes, la primera referencia que encontramos, es la que nos ofrece el catastro del Marqués de Ensenada.

Las averiguaciones correspondientes al pueblo de Pedro Bernardo se llevaron a cabo en el mes de agosto de 1751. En las respuestas generales, (sobre jornaleros) se informa de que en la villa existían “sesenta y seis labradores y doscientos doce jornaleros, inclusos en éstos los cuchareros y huseros” siendo el jornal diario de éstos últimos de tres reales de vellón. Por los datos que ofrece el Catastro de Ensenada, la industria del paño tenía más peso, y al no existir fábricas ni establecimientos propiamente dedicados a la producción de cucharas, se entiende que los artesanos trabajaban en sus hogares, o incluso en sus ratos libres, como vino sucediendo hasta el siglo XX.

Cuatro décadas después, D. Eugenio Larruga en sus “Memorias Políticas y Económicas sobre los Frutos, Comercio, Fábricas y Minas de España”, del año 1792, describe que, en la artesanía de la madera “el pueblo (de la provincia de Ávila) más aplicado es Pedro Bernardo, en donde hay unos cincuenta hombres dedicados a hacer cucharas y cucharones de pino. Debo manifestar aquí que este pueblo tuvo con bastante extensión la manufactura y comercio, ya casi perdido, de cucharas y otros utensilios de madera, que aunque basto y poco prolixo es de mucho consumo y se llevaban hasta los puertos; podría restablecerse, facilitándoles la arreglada y proporcionada corta de pinos con otros auxilios que pueden concedérseles en sus extensos bosques”[1]. De este valioso testimonio podemos extraer que antes del siglo XVIII la industria de las cucharas tuvo un gran auge y esplendor, hasta el punto de que en la última década del siglo XVIII, aun habiéndose producido ya el declive de la actividad, quedaban aún en Pedro Bernardo hasta cincuenta hombres dedicados al oficio de la manufactura de cucharas de madera. Si esta no era más prolija, no debió ser por no disponer los artesanos ni de herramientas, sino de las restricciones para explotar los recursos forestales. Por las palabras de D. Eugenio sabemos que el producto era llevado a puertos, para, con toda seguridad, su comercio fuera de origen.   

En los primeros años del siglo XIX, en plena Guerra de Independencia, aparecen unas referencias a los aranceles que los comerciantes tenían que pagar a la ciudad de Toledo por cada carga de cucharas de madera de Pedro Bernardo que introdujeran en los mercados de la ciudad. Así, consta que debían tributar ocho maravedíes por cada carga de “cucharas ordinarias de Pedro Bernardo[2].

Pocos años después, en la década de 1820, encontramos una referencia en los trabajos[3] de D. Sebastián Miñano y Bedoya, quien vuelve a mencionar, en una referencia a las industrias y oficios que se dan en Pedro Bernardo, que “algunos de sus habitantes se dedican a hacer cucharas y cucharones de pino”. Seguidamente ofrece una serie de datos sobre la antigüedad de este gremio, que parecen copiados de las relaciones de Larruga citadas anteriormente.

En 1845 localizamos una referencia más[4], la de D. Francisco de Paula Mellado, quien señala que en la Villa de Pedro Bernardo “se fabrican algunos utensilios de madera, así como cucharas”.

El famoso diccionario geográfico de Madoz de mediados del XIX, coincidiendo en el tiempo, refiere nuevamente la industria de las cucharas de madera. Pascual Madoz, reflejó en su diccionario[5] que en la Villa de Pedro Bernardo, junto a los “cinco molinos harineros, cuatro de aceite, una tahona, fábrica de paños comunes, tres buenos batanes, tintes de todos colores y telares de lienzos”, tenía también cierto peso la  “fábrica de cucharas y husos” de madera.

Los últimos cuchareros.

Llegamos al siglo XX y nos encontramos con la alusión que en 1925 hace el historiador barcense D. Nicolás de la Fuente Arrimadas, antiguo rector de la Universidad de Valladolid. En la crónica histórica de su localidad natal[6], nos habla de los productos que se pueden encontrar en el mercado de El Barco de Ávila: “En esta plazuela, y en la Plaza Mayor, se venden yugos y maderas, y no escasean los taburetes, sillas y puertas de Tierra de Navarredonda, ni las cucharas y cucharones de palo de Pedro Bernardo”.

De los años 50 recuerda mi padre las cucharas que hacía Tío Mateo “Chinitas”, que trabajó con mi bisabuelo ayudándole con las cabras, y que hacía cucharas y arados de vertedera en miniatura para regalar a los más pequeños. 



[1] Larruga, Eugenio. “Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercios, fábricas y minas de España”. Madrid,  Imprenta de D. Antonio Espinosa. Año de MDCCXCII.
[2] Arancel de los Derechos del Viento de la ciudad de Toledo, confeccionados el 12 de abril de 1813. Carpeta de Aranceles, siglo XIX, Archivo Municipal de Toledo. 
[3] Miñano y Bedoya, Sebastián. Diccionario geográfico y estadístico de España y Portugal. Vol. 6. Madrid (1826-1829).
[4] Mellado, Francisco de Paula. España geografica, historica, estadistica y pintoresca. Madrid (1845).
[5] Madoz, Pascual. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid (1845 – 1850)
[6] Fuente Arrimadas, Nicolás de la. Fisiografía e historia de El Barco de Ávila. Ávila, (1925) 

Mi padre recuerda como Tío Mateo le sorprendía de ven en cuando con alguno de éstos juguetes y cómo también (aunque menos llamativo para él en aquel entonces) labraba cucharas sentado en alguna piedra mientras pastaba la piara, del mismo modo que mi abuelo se entretenía con estas industrias.

En 1965, reaparecen nuestras cucharas en un viaje culinario por Castilla llevado a cabo por Julio Escobar[1], mientras explica como se sirve una sopa castellana: “Y cuando la sopa estuvo a punto, fue llevada a la mesa para ser consumida con cuchara de palo de Pedro Bernardo, escalfando en ella un par de huevos”.  

En 1984 la etnóloga Mª Elisa Sánchez Sanz, hablaba del arraigo de la industria de las cucharas de Pedro Bernardo, citando a D. Eugenio Larruga y dejando constancia de que en los años 80 , cuando llevó a cabo su estudio sobre maderas tradicionales, quedaba sólo un artesano dedicado a las cucharas en la localidad. Nos cuenta que a pesar de la honda tradición que nos dio fama, en el momento de su estudio, de la gran producción que hubo, no queda sino un cucharero, Victorio García Fernández, que sigue haciendo cucharas de madera de castaño, aunque en los pueblos de los alrededores de Pedro Bernardo sigan llamando a sus habitantes “los cuchareros”[2].  

Aunque no andaba lejos la investigadora Sánchez Sanz, me consta por propio conocimiento que desde los años ochenta hasta la actualidad, se ha mantenido en cierto modo la herencia de los antiguos cuchareros, si bien sólo a nivel doméstico y casi relicario. Además de Victorio García Fernández, otros artesanos de Pedro Bernardo como Tío Pablo Espumaraga (Q.E.P.D.), mantuvieron viva la herencia de las cucharas. En 1998, una serie documental producida para Televisión Española, y titulada “Los Pueblos”, mostraba a cámara sus obras, entre las que además de todo tipo de artesanías en madera, podían verse cucharas de palo. Pablo confesó que su mayor afición, junto con la lectura y el café, era la madera. Y así quedó para siempre reflejado en este documental, que retrató a uno de los últimos artesanos de la madera de la vieja escuela.

Hoy, año de 2012, siguen quedando en Pedro Bernardo algunos testigos de lo que fue la artesanía de las cucharas. Quizá los últimos artesanos, transmisores directos de una larga tradición aprendida de a través de las generaciones. Se trata de vecinos como Roberto Cantero, “Tío Roberto, el Zapatero”, artesano que trabaja por igual el cuero y la madera y supo conjugarlos hasta el punto de ser probablemente el último rabelista del Valle del Tiétar, o mi tío, Antonio Revuelta “Potaje”, que aunque ya dejó las cabras sigue haciendo, de vez en cuando, cucharas de enebro para capricho de su sobrino y de sí mismo. Suyas son las cucharas que he dibujado a continuación, y suyas serán quizá, las últimas cucharas que se labren en Pedro Bernardo. 




[1] Escobar, Julio. Itinerario por las cocinas y bodegas de Castilla. Ed. Cultura Hispánica, (1965)
[2] Sánchez Sanz, María Elisa. Maderas Tradicionales Españolas. Colección Artes del Tiempo y el Espacio. Ed. Nacional. Madrid, (1984).

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2 comentarios:

  1. yo tengo cucharas y cesucharones que acia mi padre julian robles y tambien acia sortijas de monedas yo tengo una de una peseta y cuernas para vever y los cascabeles en fin de todo aun se acen cosas,

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  2. Muy interesante gracias Mari Pili por la información saludos

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