El Rincón de Toñín

Hola amiguitos de pbdigital, aquí estamos otra vez, hoy toca uno de protesta camuflado de sentimientos y verdades, es necesario buscar lo bueno y positivo para no terminar amargados y desengañados, que cada uno saque sus propias conclusiones, yo ahí no entro, y que decida de que lado esta, si con ellos, o con nosotros, sin más, esperando que os guste, y sobretodo que os disguste, os dejo con:


TOULOUSE


Dedicado a la buena gente que camina, como Alejandro Santamaría Fraile, “jandri”, porque a pesar de ser tan distintos siempre me ha tratado excepcionalmente, y lo que es más importante, siempre me ha protegido de lo malo y de los malos, se podría decir de él que es una buena persona que camina con mayúsculas.


Yendo hacia el metro me encuentro con una fila de personas esperando a que le den el periódico gratuito, en el mismo instante que voy a traspasarla una señora intenta colarse, simultáneamente un jubilado la agarra del brazo, y con un tono alto y malhumorado, comienza a decirla lo fresca y descarada que es.

Estoy en el andén cavilando sobre lo sucedido, cuando llega el convoy recuerdo la pelea de dos pescaderos el día anterior que fui al mercado a comprar fruta, casi llegan a las manos, no se cual fue el motivo, pero parecía importante.

Dentro del tren noto el malestar de la gente, cuando entra y cuando sale, les observo mientras le doy vueltas a un papel con mis dedos, lentos y fríos, leo la nueva convocatoria de paros parciales de la EMT y Metro de Madrid, mientras leo dentro de los cerebros de los viajeros, ambos dicen lo mismo, están hartos de la situación que vivimos, de recortes y engaños.
Los trabajadores vuelven a una lucha estéril, que más que fastidiar a los que mandan les va a hacer un favor, los paros discontinuos les ahorrarán dinero y energía. Los viajeros vuelven al agobio inevitable, y a aumentar su fastidio y enojo, cosa que a los que mandan les viene muy bien, pues la ira esta vez no irá contra ellos.

Estación tras estación, dentro del túnel, se hace grande un titular del noticiero, aumenta de tal manera su tamaño que no puedo evitar fijarme en él, parece que el gobierno no va a poder revalorizar las pensiones por culpa del IPC, igual por eso estaba tan enfadado el abuelo de la fila. A la vez que el titular miro los ojos de los lectores, no me dicen nada, no sale nada de ellos, no lo entiendo, deberían estar gritando a lágrima tendida qué nos están mintiendo, qué nos están engañando, qué en definitiva nos están machacando.

Se abren las puertas, entran tres chicos, dos guitarras y dos voces, comienzan a cantar fandangos. La señora de al lado comienza a dar palmas, el señor mayor de enfrente pone su mejor sonrisa, yo quito la música de mi aparato, y disfruto de la metaformosis del vagón, el negro ha dejado paso al amarillo de un sol radiante e imaginativo.

A la fiesta se une el entorno, se junta el otoño que esta de paso por la Casa de Campo. Los artistas terminan la breve actuación, pasan el gorro, se inicia un diálogo, el intercambio de elogios, de opiniones, se inicia el milagro de la vida, el milagro de la comunicación.
Al rato me encuentro al otro lado, veo pasar el metro desde los caminos, me cruzo con las ardillas, que ya no se suben a los árboles cuando me ven, porque me conocen y no me tienen miedo.

Me empapo del otoño con el mismo sentimiento que Jesús lo siente y lo escribe, y pienso que lo ocurrido en ese viaje, en ese traslado en el suburbano, es lo que nos queda, es la mejor arma aparte de protestar contra lo que esta pasando, es poner al mal tiempo buena cara.
Dejo los robles atrás, paso de largo por los pinos, me acerco a los castaños, los animales y yo, yo y los animales, cada uno en su sitio, cada uno a lo suyo, unos viviendo, yo disfrutando, pensando en lo que verdaderamente nos da fuerza para seguir, descifrando los caminos, sorteando las cuestas, llenándome de salud y sudando un poco más de libertad.

Estoy en mi parque, en el banco, sus hierros me enganchan las piernas, su respaldo se ablanda para que pueda colocar mi espalda, son muchos años juntos, son muchos momentos, muchos ejercicios, y muchos estiramientos. Mi mente se separa un poco de él, y comienza a colocar en las estanterías del occipital los malos pensamientos; países, hegemonía, injusticias, y lleva al frontal, la sala principal de mi cabeza, los buenos ratos, los buenos pensamientos.
Las hojas caen como nieve de enero, a la vez que caen mis recuerdos, me esfuerzo por acordarme de lo bueno del día, de lo bueno de mi vida, y comienzo a repasar la cantidad de cosas buenas que he vivido, y la cantidad de buena gente que hace cosas buenas, y pongo empeño en que quede grabado en mi contraído corazón, porque ese va a ser el escudo contra tanta agresión.
En el césped, estirando los isquiotibiales, me viene a la mente el hornillo, una excursión de chicos muy jóvenes, muy diferentes, ideológicamente y personalmente, de un espléndido día, de un regreso, de una caída de un amigo, de un reflejo, de una ayuda,  de una salvación, de una amistad curiosa pero eterna, de un buen ejemplo de lo que hay que hacer para poner en problemas a imperio del poder. 

Subo la cuesta de casa, entro en el portal, miro en el buzón, un aviso de carta certificada, que raro, la sorpresa abre la cerradura, y coge el papel la alegría, es una amiga desde Francia, tengo carta, buena señal que las distancias no impidan que la gente este cerca.
Me levanto, leo lo escrito, voy a correos, cuando entro en la oficina y me dan el sobre, todo lo escrito, todo lo expresado antes, viene dentro del paquete, y mi sonrisa deja sin habla al funcionario, y sin abrir el envío, solo tocándolo, sé lo que es, es la expresión máxima del agradecimiento.

Giro dos calles, paso un parque repleto de chicos jugando al fútbol, llego a casa, no me he equivocado, es mi camisa del Tolouse, gran ciudad, gran equipo de rugby francés, es un regalo importantísimo, no por lo que vale, y si por lo que significa.

La camiseta, además de bonita, lanza miles de mensajes, pero sobre todo uno, que sube por la espalda y sale disparado por el cuello; que por mucho que los que nos mandan y oprimen nos quiten todas las libertades jamás podrán con la libertad que alimenta nuestro cerebro y nuestro corazón.

Vendrán los señores de negro, con sus perros, nos pondrán cadenas, nos dejarán sin casa y sin comida, pensarán que nos tienen controlados, que nada podrá alterar su orden establecido, pero cometerán el error de no tener en cuenta el arma más poderosa con la que cuenta el ciudadano, y que les llevará a una inevitable derrota, LA AMISTAD.


ANTONIO CABRERO DÍAZ. TOÑÍN

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3 comentarios:

  1. Hay gañan, si me lo hubieras dicho te hubiese pillado una hace tiempo ya. Y si nô vente para acá y vamos a ver un Toulon - Toulouse,actualmente de lo mejor que hay en Europa.
    Nos vemos para la san silvestre ! Ok?

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  2. Bueno que te apuntas para la san sylvestre o nó? Yo creo que nô se ha enterado nadie de Toulouse!.

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  3. Me ha gustado. A pesar de lo malo, lo negativo y lo injusto de las cosas q nos rodean y otras tantas que cada uno tiene en sus vidas... sabes que lo importante para continuar es pensar en los motivos que hay para sonreir. De otra manera estaríamos más perdidos todavía. Silvia..

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