Por Antonio Cabrero Díaz
Hola amiguitas y amiguitos de PBdigital aquí estamos otra
vez. A continuación van a leer un artículo escrito especialmente para aquellos
que todavía tienen la venda de la intolerancia en los ojos que no les deja ver
la verdad de las cosas. Y para todos aquellos que tildan de acosadores a las
personas desesperadas que luchan para que no les quiten sus viviendas, y que
son los que realmente son acosados por las entidades financieras y por la
indiferencia de los políticos.
A las personas que dicen que no son de ningún partido pero
que les molesta las reivindicaciones sociales y laborales de los ciudadanos que
pelean por el interés general, a los cuales animo a que lean, analicen y
piensen, porque a lo mejor se dan cuenta de quien es su verdadero enemigo.
Sin más, esperando que les guste, y que les disguste, les
dejo con:
“¡LOS ESPAÑOLES PRIMERO!”
“Cicatrices que la vida trae
Con su doble
propósito de despertar,
Para aprender en el
dolor
Lo que en la vida no
queremos,
Con serenidad
aceptar”.
Jesús González
Estaba yo con los colegas del barrio, en la puerta de la
tienda Deportes Madrid, en unas escaleras donde nos sentamos a echar un rato, y
donde nos contamos como nos ha ido el día, y hablamos de fútbol, y de vez en
cuando (más de vez que de en cuando) hablamos de temas políticos y sociales,
cuando de repente paso un vecino y se paró para comentarme un asunto del
edificio donde vivo.
Según me estaba hablando de las tuberías y no se que
problemas (la verdad es que no prestaba demasiada atención) salió el tema
sempiterno de los extranjeros, debido a un comentario que hice de los vecinos
que viven a mi lado.
De mis molestos vecinos comenté que estaban todo el día
moviendo muebles, dando golpes, y que la mujer (la que manda en la casa) se
pasaba todo el día gritando, dándola igual la hora y el día, sin darse cuenta
del hecho elemental de que las paredes de los pisos son de papel, y de que
aunque no se lo crea vive en comunidad con otras personas.
Un amiguete que se encontraba de oyente lanzó la primera
pregunta, para mi ofensiva. Me indicó que si eran españoles o extranjeros, a lo
cual contesté, de una manera muy paciente, que eran imbéciles (adjetivo que
utilizo mucho últimamente), y que el asunto no tenía que ver con nacionalidades
sino con la falta de educación.
La chispa hizo efecto y prendió lo prejuicios de los allí
presentes. El presidente de mi bloque se unió a la fiesta del despropósito y
afirmó que si había trabajo él prefería que se lo dieran a los españoles, y que
si los extranjeros no tenían ocupación lo mejor era que se fueran a su país.
Ante tales enormidades opté por lo que vengo haciendo
habitualmente que es callarme. De un tiempo a esta parte (qué expresión más
socorrida) no pierdo ni un segundo de mi fuerza en combatir la ignorancia.
Ellos no entendían el por qué no insulto con ahínco a mis
vecinos molestos debido a que son inmigrantes del este de Europa, y es que para
la gente de la misma condición social este hecho diferencial es un consuelo que
les hace sentirse mejores y superiores.
En un comentario escueto puse el ejemplo de mi vecino rumano
de enfrente, el cual también es extranjero, y de mis vecinos sudamericanos de
abajo, los cuales también son extranjeros, y que son tan educados o más que yo,
y volví a recalcar que la urbanidad nada tiene que ver con las nacionalidades.
Al día siguiente otro tertuliano, varias generaciones más joven, “rojeras” o de izquierdas, como el mismo se autodenomina, me comentaba una trifulca que hubo debajo de su balcón entre cinco ecuatorianos, dos españoles, y la policía, con el objetivo de que viera que defiendo lo que no tiene defensa, y que todos los inmigrantes son unos delincuentes que sólo traen problemas.
Ante este nuevo ataque contra mi inteligencia no me enfadé, no me puse violento (espero no se disgusten aquellos que disfrutan tildándome de agresivo e intolerante), y le expliqué que en décadas anteriores los que delinquían eran mis amigos de mi panda por estar enganchados a las drogas, y que en la actualidad era lógico que los altercados los provocaran los hijos de emigrantes, puesto que en los barrios periféricos al haber envejecido la población nativa e irse los jóvenes españoles, la mayoría de adolescentes eran extranjeros.
A este argumento le añadí que de cien personas catalogadas como extranjeras por las autoridades delinquen cinco, y que en las cárceles (sitio que conozco un poco) también hay reclusos de nacionalidad española, y que el congreso de los diputados, la banca y las grandes multinacionales patrias están llenas de ladrones españoles, a los cuales las leyes y los juicios de valor les tratan muy benévolamente, si comparamos los delitos de unos y de otros.
No creo en las naciones ni en las fronteras, yo creo en las PERSONAS. Valoro a la gente por su conducta y su escala de valores, y no por su piel, religión, o poder adquisitivo. Ante la afirmación que da título a este artículo mi respuesta es la siguiente, ¡PRIMERO LA GENTE!
Tuve buena educación por parte de mis padres, a los cuales les agradezco que me hayan influido para ver y tratar a todas las personas como lo que son, seres humanos con los mismos derechos y oportunidades.
Mi madre hace muchísimos años decía que había gitanos buenos y malos, como en su pueblo había gente buena y mala, y más tarde veía lógico que personas de todos los rincones del mundo vinieran a Madrid a buscarse la vida como ella y mi padre hicieron cincuenta años antes desde Pedro Bernardo (Ávila).
A día de hoy mi padre y su hijo continúan siendo fieles a sus ideas, tratando a todo el mundo igual, y defendiendo al más débil, al que es atacado y perseguido, en este caso a los MIGRANTES. Considero que todos somos CIUDADANOS DEL MUNDO, y que MI TERRITORIO ES DONDE PONGO MIS PIES.
Que son los bares, que es donde sueles poner los pies,
ResponderEliminarSl2
Pepe
Para acompañarte Boti
ResponderEliminarBuen articulo Toñín, aunque algo parecido al de hace unos meses
Un saludo
Satur