Libertalia


Por Antonio Cabrero Díaz

Hola amiguitos y amiguitas de PB digital, aquí estamos otra vez. Libertalia se toma su habitual descanso. Con motivo de las fiestas impuestas, de carácter religioso, de la semana que viene, haremos un breve parón. Ese tiempo lo dedicaremos a tomar cañas, escuchar rock and roll, y a pasarlo bien, tan bien que puede que sea tan duro como la misma pasión, esperemos no acabar crucificados. Sin más, esperando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

CABEZA ABAJO

A los que estén donde estén, hablan claro y dicen las cosas a la cara, a la vez que no permiten que se les insulte, y se les vulneren sus derechos humanos, laborales y sociales. ¡Esa es mi gente! (Quillo Tú, aunque no me quieras, también eres parte de mi gente)

Hay dos tipos de personas muy diferentes que caminan por la vida. Por una parte están aquellos que no pueden mirar para otro lado y se enfrentan a las injusticias directamente, sin pensárselo dos veces y a cara descubierta. Por otro lado están aquellos que optan por la comodidad de mirar para otro lado, y no se enfrentan a las injusticias, se tapan la cabeza, la cara, los ojos, y hasta los oídos.

Ambas posturas son respetables, no hay una mejor que otra. Aunque las dos convivan y se respeten, para mí hay una gran diferencia entre las dos maneras de conducirse por la vida, la buena ÉTICA.

Son muchos años viendo como la gente se desentiende de los problemas y evade, concibiendo el derecho a defenderse de los ataques de los indecentes como un lujo por los que quieren ser neutrales.

Siempre ocurre lo mismo, y da igual el lugar (escuela, club deportivo, instituto, universidad, trabajo), ante una agresión directa del poderoso contra el débil, nadie hace nada, nadie protesta, salvo unos pocos, y él que no suele hacerlo, y cambia de postura, suele ser porque la injusticia le ha afectado a él directamente.

Toda una vida diciendo que la riqueza no se reparte, que el poderoso cada vez es más rico, y el débil cada vez más pobre, y recibiendo a cambio menosprecio, indiferencia, y variopintos insultos.
Ahora parece ser que los que han defendido la justicia social y han denunciado la desigualdad provocada por el abuso de poder tienen razón. ¿A qué se debe este cambio?, ¿no será que ya nadie se ve a salvo de la quema?

Cuando se maltrataba a los inmigrantes la mayoría de nuestra sociedad miraba para otro lado. Cuando se mandaba a la gente al paro se les consideraba gente despreciable. Cuando se denunciaba la burbuja económica que se estaba hinchando se difamaba a los denunciantes de la misma.

En estos momentos nadie tiene seguro su calidad de vida. Es una realidad que los castillos de lujosa arena que muchos han construido en el aire están a punto de diluirse por el efecto del agua que mana de las mangueras, cada vez más recubiertas de oro, de los que ejercen la hegemonía.
El hecho de que muchos ciudadanos pertenecientes a las clases medias-altas comiencen a moverse no es debido a principios éticos y solidarios, sino a que ven peligrar sus privilegios. Por una causa u otra no hay mal que por bien no venga. No está mal que nos demos cuenta de que no somos intocables, ni superiores, y que toda nuestra estabilidad depende del ansia de enriquecerse que tengan los dueños del mundo, y de nuestras vidas.

Lo más fácil es no contestar, aceptar todo lo que nos manden, y nunca, por ningún motivo, decir lo que pensemos, y mucho menos si es para discrepar con la opinión de los que no dan las órdenes. Esta actitud ya no nos va a servir para conservar el empleo, o nuestras condiciones favorables de trabajo, y es que actualmente cuando el número que representamos para nuestra empresa no de los beneficios estimados será eliminado de un certero plumazo.

Mi postura siempre ha sido clara (así me ha ido, así me va), la de no admitir aquello que no es justo para mí y para mis compañeros. Nunca he hecho lo que no he creído ético, ni laboralmente ni personalmente. Y aunque yo he respetado  a los que han hecho y hacen lo contrario, no he recibido el mismo trato hacia mi manera de proceder, y hacia mi persona.
Es evidente que los jefes quieren borreguitos que guarden silencio cada vez que se lo indiquen, y no les gustan nada las unidades que salen del camino trazado hasta el redil y marcan el suyo propio.
Es vergonzoso ver como en el trabajo, en la vida, hay personas que no tienen nada que perder, que tienen un futuro más o menos seguro y digno, y se callan, y no luchan por sus derechos, ni por los de los demás, a la vez que nos saturan los oídos con sus protestas, y malestar por las políticas económicas. ¿Por qué en vez de tanto piarlas no hacéis algo al respecto y actuáis con los mecanismos que tenéis a vuestro alcance?

Al final siempre son los mismos, los cuatro gatos de turno, los que no se dejan avasallar, y a cambio reciben menosprecio, peor trato, ningún favor, y el primer puesto en la lista de posibles despidos.

Seguro que a más de uno de los que están leyendo lo escrito les suenan las frases (que te dicen compañeros que parece que se preocupan por ti, pero que en realidad intentan disculpar su cobarde comportamiento), “como sigas hablando así te van a echar”, o “te has jugado el puesto”, o “no le eches un pulso a la dirección porque saldrás perdiendo”.

No tengo miedo a que me despidan, no tengo miedo a no caer bien, no tengo miedo a que me compliquen la vida. A lo único que tengo miedo es a convertirme en uno más del rebaño, a ser igual que los miran para otro lado, en definitiva tengo miedo a acabar cabeza abajo y que me venza la mediocridad, y terminar perdiendo aquello que hace que me levante todas las mañanas, mantener mi DIGNIDAD.

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