El Rincón del Toñín

Hola amiguitos y amiguitas de PB digital, aquí estamos otra vez, hoy le toca a la libre interpretación, para las noticias reales esta El Otro Blog, y para las de todos los días los medios convencionales, así que les aconsejo que no busquen el entender y sí el sentir, sin más esperando que les guste, y que les disguste, les dejo con:

NADA QUE DECIR

El bolígrafo bailaba entre sus dedos, como incitándole a que le moviera, a que su cerebro se pusiera manos a la obra. Las manos como los pies tienen vida independiente, lo que les hace más difíciles de controlar. Esta vez era el cerebro el que no funcionaba, el que no era capaz de crear algo del vacío que ocupaba su imaginación.

Se acercaba el día de su colaboración, y no tenía nada que decir. No podía creer lo que le pasaba, justo en ese momento, pleno de lucidez literaria, y de amor por las palabras.

La televisión mostraba cuerpos exentos de alma hablando, y él no escuchaba lo que decían sus maquilladas bocas. Por un impulso que no era capaz de controlar ponía toda su atención en los subtítulos que rodeaban la cintura del presentador.
El tiempo le había condenado a leer y la tristeza le había obligado a no querer oír. Era mucho más placentero leer por fuera, mirar las letras, la construcción de las frases, la inclinación de los acentos, o la imperfección de las faltas ortográficas, que entender las palabras por dentro.

Una mala noticia era mejor al verla escrita, o sobre impresionada en pantalla, o, ¡el no va más!, si era representada por el presentador del lenguaje de signos. Los ojos se le abrían más allá del límite de las órbitas cuando veía que la movilidad artística poseía a los gestos del comunicador del lenguaje de los que no oyen pero sienten, que le hacía parecer un bailarín del ballet de la gramática.

“Qué bonitas son las palabras, y qué tristes las noticias”, pensaba mientras escogía de la boca de un chulo indecente los sustantivos más bellos que él los estaba convirtiendo en desagradables por su altanería y arrogancia. No le distinguía bien pero parecía un político, ¡cómo no!, ¡un destructor del vocabulario!

El hecho de haber sido capaz de borrar los mensajes y de sólo procesar la forma, el envoltorio, le proporcionaba un descanso pasajero, que no evitaba que de vez en cuando sintiera que estaba en un mundo cada día más feo.

En el campo no hay palabras, hay cosas que las hacen olvidar, no hay que ponerles nombre porque no necesitan ser identificadas, no hace falta llamarlas, sólo sentirlas.
En lugares así es donde, sin saber muy bien porqué, le invadía la tristeza, a veces pasajera, a veces infinita, y es que la intensidad de la misma dependía de la capacidad de disfrutar del silencio que tuviera ese día.



El silencio es uno de los placeres que el ser humano ha perdido, y no se ha dada cuenta. Actualmente ni nos acordamos de él. Los gritos, el ruido, las malas palabras, se han encargado de borrarle del mapa de nuestra memoria, y sólo las personas más sensibles y humanas son capaces de escucharle, incluso en aquellos lugares donde es acosado y perseguido.

Las hojas no tendrían razón de ser sin los árboles, y los folios no tendrían ningún sentido si no hubiera palabras que los llenasen. Los árboles en esta ecuación son los responsables de que la literatura haya llegado a los hombres, demostrando gran generosidad han nutrido de lenguaje a todo aquel que ha querido, y al que no le han dejado también.

Por este motivo los que tienen el hacha de la mentira, y el mechero de la crueldad y el egoísmo, los están cortando y quemando a todos, eso sí de raíz, no puede quedar ni un pequeño esqueje que pueda formar otro bosque.

Se pasa el tiempo, los segundos se apoderan de la inmovilidad de su muñeca, los minutos caen sobre su cabeza como alfileres, y las horas descuentan el número de balas del cargador de su creatividad.

Los relojes se han parado, el mundo parece que también, todo funciona como si los años fuesen un invento congelado del descubridor de la riqueza, y nunca hubieran existido, y lo más dramático de todo es que el escritor continua sin nada que decir.
No le apetece hablar de la corrupción de la clase política, ni del maltrato sempiterno a las mujeres, ni de guerras creadas por intereses minimalistas, ni del sentido de la vida, y esto es una prueba más de como poco a poco lo están consiguiendo, están aburriendo a las ideas, a las buenas claro.

Las ideas se quieren marchar, quieren abandonar la mente del ciudadano, viendo el futuro precario que las espera han estudiado idiomas, y están preparadas con la maleta de la resignación para emigrar a los cerebros emergentes de los amos del cotarro, que con una jugada maestra nos han secuestrado casi todas dándonos un jaque mate moviendo figuras previamente marcadas.

El tiempo se acabó, el bolígrafo sigue danzando, no es por la duda, es de alegría. Lo consiguió, ha borrado la pena, ha vencido a la amnesia, y ha vuelto a cubrir las hojas desnudas con una mullida manta de tinta ingeniosa que dibuja la esperanza.
El que escribe piensa que nos están robando las palabras, las ideas, las hojas, los árboles de la expresión, el dinero, las ganar de querer, la ilusión de amar, las ansias de justicia, pero que nunca nos podrán robar la libertad, esa capa que llevamos adherida por dentro, que es particular, que hace que llenemos nuestro de cerebro como llenamos una hoja en blanco, y que hará que más pronto que tarde las palabras sirvan para educar y no para matar.

ANTONIO CABRERO DÍAZ. TOÑÍN

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