La Hoguera de los quintos


Puede decirse que la Hoguera de Quintos es una de las tradiciones que menos ha cambiado en Pedro Bernardo desde que se tiene conocimiento de ella.. El origen de ésta tradición en nuestro pueblo me es desconocida, pues no tenemos constancia de alusiones a esta tradición en ninguno de los documentos históricos de que disponemos en la Villa.

En ninguna de las narraciones que hicieron nuestros ancestros en los siglos XVIII y XIX se habla de esta tradición, sin embargo, la antigüedad ha de ser de más de 150 años pues los testimonios de nuestros abuelos y bisabuelos siempre han reconocido la hoguera de quintos como una de las tradiciones de mayor arraigo.

Es conocido que en muchos pueblos de España, y en especial en la Sierra Oeste de Madrid y een su continuación abulense, la Sierra de Gredos, se mantiene la tradición de la Hoguera de Quintos desde tiempos inmemoriales. Sabemos, por ejemplo, que en Robledo de Chavela se celebra desde al menos el siglo XIII, acreditado por fuentes históricas.
Sin embargo el origen de estas tradiciones es pagano y se remonta a nuestros ancestros prerromanos, a la sangre celta, tal vez a los Vettones que poblaron estas serranías del corazón de Castilla. Los antiguos pueblos tenían costumbre de encender estas hogueras rituales en el solsticio de invierno antes del amanecer, celebrando que el sol, a partir de ese momento, volvía a nacer e iba teniendo cada vez más fuerza, lo que se materializaba en que los días empezaban a ser más largos.
En los rituales actuales se observan también vestigios de los rituales de iniciación de los hombres del poblado, que pasaban de una etapa vital a otra (del adolescente al guerrero, o traducido al lenguaje “actual”, del quinto al “guerrero” que parte para instruirse en el servicio militar, la desaparecida “mili”, que se suprime a finales del siglo XX)

Aún habiendo desaparecido la mili,  hoy se siguen celebrando y son de renombre las hogueras que los quintos del año prenden en pueblos de la zona oeste de Madrid como Robledo de Chavela, Villamantilla, o Navas del Rey, siendo la de Robledo la más afamada.

Comparten todas ellas entre sí y con la de Pedro Bernardo la acción de clavar el “mayo”, idéntica incluso en la denominación del mástil central de la hoguera. En unas, se prende “el gallo” en su punta, en nuestro pueblo, se llama “el mono” a la figura antropomorfa que se cuelga de la punta del mayo. El mayo se clava en el lugar más importante del pueblo, en el caso de Pedro Bernardo, en la Plaza de Toros, que siempre fue punto de reunión de los vecinos en festejos y consejos civiles. Allí se corren los toros desde mediados del siglo XVIII, cuando tiene lugar la primera lidia documentada en honor a nuestro patrón San Roque. En nuestra villa es costumbre que el ayuntamiento conceda a los quintos el pino más alto de la jurisdicción, que los propios quintos cortan y trasladan a la plaza para erigirlo.  Alrededor del mayo se depositan toneladas de leña y madera vieja; es este otro de los hechos cuyo significado ritual pasa desapercibido.

Cada año en la Hoguera de Pedro Bernardo, arden viejas vigas de madera procedentes del derribo de las casas; muebles, puertas y ventanas con siglos de antigüedad se queman para siempre en un rito por el cual nos desprendemos de lo antiguo. Esas maderas fueron las piezas que entramaron los hogares de nuestros ancestros, las que les vieron nacer, les cobijaron, les vieron reír, llorar, amar, sufrir y en muchos casos, les vieron morir.

Cuando llega el alba, el 1º de enero, quedan aún los rescoldos ardientes de la hoguera que sigue quemándose durante todo el día de Año Nuevo. A la tarde, entre las maltrechas cenizas aparecen retorcidos los clavos de aquellas vigas que sostuvieron nuestras casas, las cerraduras que protegieron los hogares de nuestros abuelos, los restos quemados de varias generaciones. Y con el sol, la vida vuelve a nacer.

Dependiendo de las zonas, estas hogueras pueden coincidir con las de San Juan, en el solsticio de verano, en el mes de mayo, de donde seguramente derivará el nombre del mástil, celebrándose la llegada de la primavera, el nacimiento de las futuras cosechas y el florecimiento de la vida tras el penumbroso invierno, o en nochevieja, como es nuestro caso. Aunque el solsticio de invierno tiene lugar astronómicamente el 21 de diciembre, la razón de que en la mayoría de los lugares se celebre el 31 del mismo mes tiene que ver con la adopción del calendario gregoriano. Así, el doble significado de transición entre dos estaciones y el viejo y nuevo año, cobra mayor importancia.

Como vemos, siglos después de la existencia de aquellos pueblos prerromanos, seguimos manteniendo las tradiciones (adaptadas a los tiempos) que nos legaron aquellos primitivos pobladores. Seguimos de algún modo celebrando aquellas transiciones estacionales, festejando aquellos ritos paganos de iniciación, compartiendo, cantando y bailando toda la fría noche alrededor de la hoguera con nuestros congéneres.

Es entonces, la Hoguera de Quintos, antropología pura que debemos conservar y mantener para las generaciones venideras, como lo hemos hecho durante centurias.

Feliz Año Nuevo 2012

Pedro Javier Granado

Desde PBDigital también os deseamos un feliz 2012

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