Hola
amiguitos de pbdigital, aquí estamos otra vez, hoy no ha hecho falta que sea el
día de la madre, me he puesto tierno, y me ha salido lo que a continuación van
a leer, no sin antes recordarles que en la Comunidad de Madrid su ínclito
presidente, el del ático en Marbella, quiere cobrar un euro por receta,
faltando a su palabra y saltándose la ley a la torera, olvidándonos del repago
del copago del tripago, sin más, esperando que os guste, y sobretodo que os
disguste, os dejo con:
AMPÉLIDO
Dedicado
a la buena gente que camina, como Víctor Sierra Cruz, porque siempre ha hecho
su vida y nunca ha hecho mal a nadie, y porque todas las semanas se acuerda de
mí, haciendo que esté cerca estando lejos.
Un
saludo a Silvie, que desde París sigue con mucha atención este Rincón.
Cuando
vio el mensaje en el móvil sonrió, eran muchos años de amistad, toda una vida,
había pasado el tiempo, cada uno había tomado caminos diferentes pero eso no
evitaba que siguieran queriéndose.
Tenía
que escribirle un artículo, sabía con certeza que a Antonio le gustaban los
escritos que salen del alma, los que nos sacan de la realidad cotidiana y nos
transportan a un mundo mágico, un paraíso en donde quedarnos en blanco, y en
donde nuestro sudor se convierte en algo agradable y adquiere conciencia y
compromiso.
Antonio
recordaba los años de su infancia, los primeros diez, cuando Víctor venía de
Madrid a jugar a su huerta, qué bien lo pasaban, uno aportaba la educación
natural, sana, de un pueblo, el otro la mezcla urbana de una vida en el
extrarradio madrileño, siendo iguales, teniendo la misma sangre y las mismas
raíces, eran a la vez muy distintos.
El
de ciudad un poco más espabilado, como más chulo, creyéndose un poco más, el de
pueblo más sencillo, más natural, con más campo recorrido. Esto que al
principio podía suponer un choque acabo convirtiéndose en un guiso excelente,
como resultado de sus variados ingredientes.
Cuando
eres niño todo es felicidad, porque los pequeños momentos de disgusto que te
proporcionan la envidia, la competitividad, la soberbia, rápido quedan
fulminados por el quererlo pasar bien, y por un meteórico olvido, y sino ahí
aparecían las madres para poner a cada uno en su sitio.
Estos
dos chicos fueron creciendo, como dicen sus camisetas, de la pequeña panda de
su barrio pasaron a otra más grande, con más chavales, pero a ellos les seguía
uniendo algo especial, la buena relación de sus familias, y la confianza que da
el llevar juntos desde la más tierna infancia.
Se
empezaba a acabar lo bueno, los juegos de la plaza, los cubos en la calle, la
juerga, llegaba el momento de labrarse un porvenir, se acabó el instituto,
llegó la universidad, época de conflictos personales y de egos descontrolados y
superlativos.
Esta
etapa trajo el distanciamiento entre los dos compañeros, uno era roquero,
sencillo, claro, humilde, el otro era popero, buena persona, pero
inesperadamente se volvió orgulloso, superficial, por motivos que ahora vemos
que se escapan a la razón.
A
pesar de que ideológicamente estaban cerca, uno era más radical que el otro,
estaban más lejos que nunca, Víctor no podía entender que le había pasado a
Antonio, cómo podía haberse vuelto tan como todos, tan de plástico, tan poco de
fiar.
Pasaron
los días, los meses, los años, el más duro decidió pasar de él porque la vida
tiene esas cosas, tenía claro que amigos de siempre dejan de serlo, por ningún
motivo importante, sin culpa de nadie, y no pasa nada, cada uno elige su senda,
yo hoy estoy contigo, y mañana si tú no quieres, o a mí no me gusta tu movida,
no estoy.
El
disgusto eran común pero evitable, y uno
de ellos, el menos orgulloso, si dio cuenta, comprendió que no había sido él, y
que había hecho el gilipollas, y demostrando que en el fondo era tan, o más,
admirable que el otro, fue a por él, sabia de su error, le pidió disculpas por
su actitud, el otro, después de decirle que no le había dado dos hostias porque
era casi de la familia, le abrió los brazos, y todo volvió a ser como antes, a
ser como siempre, a ser como ahora.
Siguieron
cayendo fechas del calendario, se fue acabando la juventud, se continuaban
compartiendo aventuras, como por ejemplo la de una mañana de domingo del mes de
octubre que nuestros amigos no olvidarán, comiendo churros en la c/ Ampélido,
después de un terrible accidente del cual nadie salió mal parado, solo
magullados, pero si marcados para toda la vida.
Uno
decidió compartir su vida con otra persona, el más bajo decidió continuar solo,
cada vez se juntaban menos, se veían poco, pero tenían la enorme suerte de
tener un fantástico punto de encuentro, ¡su pueblo!, y sus amigos, y eso
si que no había cambiado, y todos
seguían igual, discutiendo, divirtiéndose, compartiendo, siempre unidos,
siempre dispuestos a estar con el que necesitara apoyo y ayuda.
Esta
relación de amistad que tienen Antonio, alto, modernillo, sin huevos, y Víctor,
bajo, viejuno, con demasiado carácter, es un ejemplo, una demostración de
respeto y de cariño, de cómo cada uno, uno es, de que nadie manda sobre nadie y
ninguno impone condiciones al otro, aprovechando los pocos ratos que coinciden
para pasarlo bien como si fueran los últimos, porque saben mejor que nadie que
la vida puede terminar en un suspiro, y que el fin siempre está cerca.
Han
pasado los cuarenta, y ahí siguen, acordándose el uno el otro, una semana si y
otra también, cada uno es su sitio, preparados para lo mejor y peor, preparados
para asumir que un día ya no se verán, que ya no podrán hablar, que ya no
estarán, pero sabedores de que hasta que llegue ese momento lo mejor que pueden
hacer, es lo que han hecho hasta ahora, no complicarse la vida, disfrutar de la
misma y de su amistad, y quererse como siempre, como cuando eran dos niños, y
uno vivía en el pueblo, y el otro venía de Madrid.
ANTONIO
CABRERO DÍAZ. TOÑÍN
Sylvie con y ,pelota!. Lo del blog se lo he dicho sino ni se entera!! jajaja
ResponderEliminarOtro del otro lado del pirineo.
P.D:Ah por cierto, creo que va al pueblo la primera semana de diciembre
MDR !Qué gracioso Satur !
ResponderEliminarMuchas gracias Tonin .
Aprovecho para saludar a mis amigos y un especial recuerdo para Olga
Sylvie