Hola
amiguitos de pbdigital, aquí estamos otra vez, hoy sin guiarme por las reglas
gramaticales y ortográficas que dicta la RAE, y demostrando que soy más
iletrado y menos culto que los que me leen, me ha salido lo que a continuación
van a leer, sin más, esperando que os guste, y sobretodo que os disguste, os
dejo con:
EN
BLANCO
Dedicado
a la buena gente que camina, como Virgi “Santamaría”, Ari, Tere, Eli, mi
pariente Víctor, y todo el resto del grupo (incluido el “viejo”), porque les
gusta el pueblo (y el aquarius) e intentan que salga adelante y no quede en el
olvido, lo que nos da una idea de su generosidad y compromiso.
Escuchando
a Rage Aganist The Machine, delante de una hoja desnuda, sin letras que la
arropasen, miles de temas aparecían y desaparecían a la velocidad de la luz,
tejiendo sobre su cabeza una tela de araña poco elástica y muy confusa.
Cansado
de la lucha, con la toalla húmeda y pesada, lista para ser tirada, tenía claro
que las nuevas jornadas de protestas, y la inminente convocatoria de huelga
general europea, poco o nada iban a solucionar.
En
otros países las movilizaciones habían conseguido cosas, en Islandia les engañaron
los bancos y los políticos, les plantaron cara y les ganaron, los ciudadanos
vencieron. En Portugal también, menos importante a la corta, pero a la larga se
verá como una gran victoria el hecho de que el gobierno diera marcha atrás en
su intención de volver a subir los impuestos.
Aquí
todo daba igual, y todo seguía igual, bueno igual no, mejor para los pocos de
siempre que estaban arriba, y peor para los muchos que estaban abajo, la
cultura del “ y yo más “ continuaba imperando en las clases medias, a pesar de
las evidencias y para desgracia de los del “ para todos todo”.
La
hoja continuaba lanzando miles de ideas que el escritor desechaba una detrás de
otra, por su irreverencia, inutilidad y falta de entusiasmo. El papel pedía,
rogaba, ser forzado, ser llenado de trazos diferentes, y no obligatoriamente
bonitos, quería, en definitiva, ser útil.
Se
hacía de noche, todo permanecía como al principio, no había manera de comunicar
nada, la puerilidad de la acción de enviar mensajes se mezclaba con la
seguridad de un fracaso certero, el cual no haría cambiar el estado de las
cosas.
En
la televisión se discernía el deambular de miles de inmigrantes regresando a
sus casas, entre la derrota y la victoria de un sueño que se convirtió en
pesadilla, como consecuencia de un sistema cruel que trata a las personas como
mercancías, en donde los que se creen “más que”no han parado hasta echarles.
El
bolígrafo, desesperado por la falta de tacto y de uso, enviaba señales a modo
de contracciones y alargamientos, haciendo flexible el plástico, que eran
ignoradas, ni las lágrimas de tinta que le desangraban dejándole hueco por
dentro eran capaces de hacerle visible a ojos del abatido ausente.
La
mano era la clave para arreglar el entuerto, sólo ella podía conseguir que todo
volviera a funcionar, debería ser
rápida, pero sigilosa a la vez, sin levantar sospecha ni tocar puntos
nerviosos, era la única opción para liberar todas las ideas que permanecían
encerradas en la celda de aislamiento donde estaba confinado el cerebro.
Una
ráfaga de luz le deslumbró, obligándole a apartar la mirada cautiva por la nada
de la ventana, giró la cabeza, era el momento, de repente, sin tiempo para
reaccionar, sin apenas darse cuenta, comprobó, incluso sintió, que su mano y el
bolígrafo se habían fundido, y de una manera entusiasta y alocada estaban
ocupando la hoja con cientos, con miles, de palabras, llenando de felicidad el
estómago hambriento de un folio necesitado de alimento.
Una
hoja en blanco, en cuestión de segundos, se había convertido en un papel de
color verde esperanza, la persona que estaba delante de él luchaba por la vida
y por la gente, y no se había dejado vencer por el desengaño y la mentira de
una realidad cruda y difícil de cambiar, que día a día, paso a paso, intenta
resquebrajar nuestros endurecidos corazones para que dejemos de escribir, y
dejemos de hablar, para que ocurra lo que nunca deberíamos permitir, que la
justicia social y la igualdad para todos estén más lejos de lograrse.
ANTONIO
CABRERO DÍAZ. TOÑÍN
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