Hola
amiguitos de pbdigital, aquí estamos otra vez, hoy el Rincón va dedicado a los
niños, a nuestras futuras generaciones les voy a contar un cuento, eso sí, ¡cambiado!,
para que vayan vislumbrando que no es oro todo lo que reluce y que a lo mejor
Bob Esponja no es la buena persona que creían, sin más, esperando que os guste,
y sobretodo que os disguste, os dejo con:
LA
HORMIGA Y LA CIGARRA
Dedicado
a la buena gente que camina, como Angelillo y Maite, que me llevaron al teatro
a ver una comedia cuando ni lo más gracioso me hacia gracia, y Albertillo, que
del odio pasó al cariño, y nos dio el mejor concierto de rock en mi peor
momento.
Érase
una vez una hormiga y una cigarra que compartían mundo vegetal y espacio
natural. La primera había nacido entre excelentes cestos de frutas y sabrosos
trozos de tiernas ramas. La segunda, por otra parte, tuvo la desgracia de
criarse en un secarral, en donde escaseaban los alimentos, y en donde apenas
contaba con unos pocos palitos esmirriados de dura corteza.
La
hormiga en la época de trabajo, es decir, con el buen tiempo, acumulaba comida
recolectada por sus insectos jornaleros, para que cuando llegase el invierno
tuviera la despensa llena, más que para sobrevivir par tener millonarios y
verdes beneficios.
La
cigarra, debido a la falta de empleo biológico, se pasaba los días tumbada en
una piedra tomando el Lorenzo, dándose cremita para no quemarse, no es que
fuese vaga, es que cuando nada hay que recolectar poco se puede hacer más que
tomar el sol.
Pasaron
los días, y las estaciones, y llegó el duro invierno, y el frío con él, nuestra
hormiguita tenía toda la producción en reserva, y nuestra cigarrita apenas unos
corruscos de viejas bellotas.
Las
diferencias entre una y otra eran abismales, a la par que evidentes, eran
debidas, según las cucarachas negras, representantes de la moral y el orden
correcto, a que una había sido trabajadora y tenía su recompensa, y la otra
había sido perezosa y no tenía ni recompensa ni nada.
Los
primeros días tibios dieron paso a otros ardientemente duros para nuestra
cigarra, acurrucadita entre gélidas piedras cubiertas por finas hojas de roble,
calmando la sed y el hambre con las gotas del rocío y el aire afilado del
bosque. Paralelamente para la hormiga era todo comodidad y bienestar, metida en
su cueva impermeable, y calentita por la madera de encina.
Una,
al ver que no tenía alimento, fue apresurada, dentro de lo que sus escasas
fuerzas le podían permitir, a pedir ayuda a la otra, la desesperación o la
falta de azúcar de miel le llevó a pensar que como a la hormiga le sobraba
comida no tendría inconveniente en repartir un poco con ella.
Ante
el ruido que retumbaba desde la puerta de castaño, después de haberle dicho a
la mariquita sirviente que se retirase, una altiva hormiga salió al encuentro
de un cabizbaja cigarra, la cual al escuchar la propuesta de socorro contestó,
con un tono cordialmente sarcástico, que no la iba a dar un dedo, digo pata, de
trigo, y que si hubiera trabajado como ella ahora no estaría en una situación
tan penosa.
Nuestra
humillada pedidora insistió, forzada por su necesidad, explicándola, con un
ruego, que en donde vivía no había nada, y que ella era la que poseía todo lo
fértil, y que lo más justo era que repartiera algo de su excelso patrimonio
vegetal.
La
señorial hormiga la miró de arriba abajo a la velocidad de la luz, la dijo que
estaba de acuerdo con su propuesta, la iba a dar de comer, eso sí, se tenía que
apuntar para trabajar duras jornadas de peón en su plantación de cereal, en la
temporada de primavera-verano, como hacían el resto de dóciles y sensatas
cigarras.
La
cigarra, hinchada por la dignidad y no la vergüenza, con el color rojo
destiñéndola la cara, decidió que era mucho mejor pasar frío y hambre que vivir
entre piedras de mármol de imitación con derecho a charca comunitaria, y tener
que reírle las gracias a una hormiga cruel y poco divertida.
Queridos
niños, en este mundo nuestro, los que nacen hormigas, que son muy pocos, lo
tienen todo a favor y consiguen las mejores cosas más fácilmente, pero los que
nacen cigarras, que son la mayoría, están marcados para toda la vida, y es muy
difícil, casi imposible, que puedan llegar a tener una vida de hormiga.
Y
colorín, colorado, este amago de cuento vegetal y cambiado ha terminado.
ANTONIO
CABRERO DÍAZ. TOÑÍN
Fábula entomóloga, (vegetal es la marihuana), digna de Educación para la Ciudadanía, si no fuera por "la mariquita sirviente". Pajín, te expulsaría del Partido de los Ciudadanos del Mundo.
ResponderEliminarFabricando cigarras malcriadas, que al llegar a un trabajo, sin que sus compañeros o jefes sepan aún qué sabe hacer, esgrimen, con mucha dignidad, sus derechos laborales, y por supuesto, sus requisitos salariales. Eso lo primerito. Pues mira, no. Sin faltarte derechos, vamos a ver de qué estás hecho; y luego hablamos.
En un Estado Ciudadano del Bienestar real, cuando vienes con un pan debajo del brazo, habrás de trabajar para conservarlo. Que vienes desnudo; a trabajar también, en principio para comer, para ganarlo, claro.
Altoburgueses antisistema, productos de él..., es lo que hay. Viva España.
totalmente de acuerdo con el primer comentario, como si me hubieras leido el pensamiento. No hay nada mas que decir.
ResponderEliminarLa única solución sería engendrar hormigarras,una mezcla de ambas y que los políticos fueran terapeutas genéticos y no mezcladores de palabras.
ResponderEliminarJou.
Me gusta tu comentario Jou. Porqué no te presentas en las proximas elecciones ?
ResponderEliminarHala Madrid!
satur
Con enseñarles dónde están Los Ríos y las Cordilleras montañosas, en fin, esas cosas, sería un buen principio.
ResponderEliminarSaturnino: eres más blanco que la nata.
"La cigarra, debido a la falta de empleo biológico, se pasaba los días tumbada en una piedra tomando el Lorenzo, dándose cremita para no quemarse, no es que fuese vaga, es que cuando nada hay que recolectar poco se puede hacer más que tomar el sol."
ResponderEliminarY que esperaba, que sin cambiar nada, las cosas se arreglaran solas y se llenara la despensa. No nos confundamos, que se recoge lo que se siembra con más o menos esfuerzo, siendo prácticamente imposible recoger la lechuga si antes no hemos trabajado la tierra.
La decisión de forma de vida depende en gran parte de cada uno, si quieres cambiar la tuya tienes y debes hacer todo lo que puedas para conseguirlo.